Los espacios verdes de las ciudades conllevan un conjunto de
beneficios para sus habitantes que son incuestionables: suministran
oxígeno, retienen contaminantes y otras sustancias nocivas, mejoran la
estética.... Dentro de estos espacios, los árboles son
probablemente el elemento principal, y pese a ello no siempre reciben la
atención necesaria, cuando son bienes que también requieren
cuidado y mantenimiento. Por este motivo, se hace necesario conocer los riesgos
que pueden afectarles y que no solo son riesgos derivados de la presión
inherente a su situación (compactación del suelo, etc.) Sino que
también pueden sufrir los ataques de diversos agentes bióticos
que, de no ser controlados, pueden llegar a comprometer seriamente su salud y
estabilidad.